coisas que ficam a doer fundo
via o blogue "A Baixa do Porto", deixo aqui transcrito um
texto publicado a 7/03/06 no diário "La Voz de Galicia",
inserido num conjunto de reportagens que esse jornal tem
vindo a fazer sobre a nossa pobre cidade.
" UN VECINO EN CRISIS
Una ciudad contra sí misma
Oporto encalla en la contradicción
La capital del norte luso lucha para modernizarse dentro
de una crisis que socava sus grandes proyectos y castiga
a su población con los peores salarios de todo el país
VIENTOS DE MODERNIDAD.
El metro, que ya mueve a 2,7 millones de clientes al mes,
se ha convertido en el símbolo de una ciudad que quiere
y no puede, frenada por unos desequilibrios sociales
LA POBREZA.
En la Baixa,las imágenes de miseria están a la vuelta de
la esquina: más del 20% de la población de la ciudad vive
en condiciones cercanas a la marginalidad justo en la
zona en la que se desarrolla una de las actividades más
lucrativas para la urbe, el turismo
Oporto es luz y sombra. Blanco y negro. Yin y yan.. Gordo
y Flaco... Díganlo como quieran. Escojan su tópico favo-
rito para describir la contradicción y habrán definido a
la Ciudad Invicta, la capital del norte de Portugal, la
segunda urbe más pujante, grande y poderosa de un país
que lleva un decenio buscándose a sí mismo.
Oporto es al mismo tiempo afirmación y negación de su
esencia. Un quiero y muy pocas veces puedo, en el se
puede ver el metro más moderno del sur de Europa cru-
zando un arrabal de desheredados. O encontrar a esos
mismos habitantes sin recursos subiendo una escalera de
mil peldaños junto al Duero, porque no les llega para
pagar los 1,35 euros que clavan por coger un moderno
teleférico sin clientes.
No es para menos: viven en casas de propiedad municipal
que se visten de ventanas rotas y fachadas leprosas, por
lo que su prioridad es comer hoy y guardar algo para
mañana, aunque sea a costa de mil peldaños de ascensión,
dolor de espalda y zapatos gastados.
Y no es que sean pocos los que así sobreviven. Lo de-
muestra el hecho de que en el teleférico hubiera ayer
cuatro empleados para atender a tres clientes (dos de
ellos periodistas). Y lo corroboraba el propio alcalde
de Oporto, Rui Río, que afirma que el 20% de la pobla-
ción de la ciudad reside en una de esas deterioradas
propiedades municipales, a las que nadie ha lavado la
cara desde mucho antes de que cayera la dictadura. Ya han
pasado treinta años, pero muchas de las desigualdades aún
persisten.
De ahí el contraste. Y el encanto, porque Oporto ha con-
vertido este choque contra sí mismo en un reclamo turís-
tico tan potente como indeseado. Sólo en la capital del
Duero puede uno bajarse de un metro que conecta a casi dos
millones de habitantes, para subirse a un autobús destar-
talado.
Y podrían ser meras percepciones de un cronista, sí, pero
lo peor es que tienen reflejo en demasiados estudios que
dejan a Oporto y a su región norte a la cola del país.
Así, la ciudad con el aeropuerto más moderno de la
Eurorregión, capaz de mover más pasajeros que las tres
terminales gallegas juntas, sale adelante con el salario
medio anual más bajo de Portugal: 7.002 euros, 1.400 me-
nos que la media nacional y 4.300 por debajo de Lisboa.
Malas cifras
En ese contexto, no extraña que las cifras de crecimiento
estén en los últimos años seis veces por debajo de la me-
dia nacional. O que los habitantes de Oporto sientan cada
vez más que alguien en Lisboa les toma el pelo y los
euros. «Aquí notamos entre la gente un sentimiento cre-
ciente de abandono frente al centralismo, que se palpa en
el tema del AVE a Vigo», explica el cónsul de España en
Oporto, José Antonio de Iturriaga.
Él es uno de los 2.500 españoles (casi todos gallegos)
que residen en Oporto. Buena parte de ellos son médicos
o enfermeros. El resto ejercen y cobran como profesionales
cualificados. Y, salvo excepciones, viven cómodos y bien
remunerados: «Cuesta adaptarse por cómo está todo, pero
los españoles en general estamos muy bien», confirma
Belén, una profesora madrileña que lleva un lustro dando
clase en Portugal.
Como ella, casi todos los gallegos viven al margen de las
penurias de una ciudad deprimida y vigorosa, pesimista
pero esperanzada, triste y vital, yin y yan, Gordo y
Flaco. Ya saben: como quieran, pero contradictoria."
texto publicado a 7/03/06 no diário "La Voz de Galicia",
inserido num conjunto de reportagens que esse jornal tem
vindo a fazer sobre a nossa pobre cidade.
" UN VECINO EN CRISIS
Una ciudad contra sí misma
Oporto encalla en la contradicción
La capital del norte luso lucha para modernizarse dentro
de una crisis que socava sus grandes proyectos y castiga
a su población con los peores salarios de todo el país
VIENTOS DE MODERNIDAD.
El metro, que ya mueve a 2,7 millones de clientes al mes,
se ha convertido en el símbolo de una ciudad que quiere
y no puede, frenada por unos desequilibrios sociales
LA POBREZA.
En la Baixa,las imágenes de miseria están a la vuelta de
la esquina: más del 20% de la población de la ciudad vive
en condiciones cercanas a la marginalidad justo en la
zona en la que se desarrolla una de las actividades más
lucrativas para la urbe, el turismo
Oporto es luz y sombra. Blanco y negro. Yin y yan.. Gordo
y Flaco... Díganlo como quieran. Escojan su tópico favo-
rito para describir la contradicción y habrán definido a
la Ciudad Invicta, la capital del norte de Portugal, la
segunda urbe más pujante, grande y poderosa de un país
que lleva un decenio buscándose a sí mismo.
Oporto es al mismo tiempo afirmación y negación de su
esencia. Un quiero y muy pocas veces puedo, en el se
puede ver el metro más moderno del sur de Europa cru-
zando un arrabal de desheredados. O encontrar a esos
mismos habitantes sin recursos subiendo una escalera de
mil peldaños junto al Duero, porque no les llega para
pagar los 1,35 euros que clavan por coger un moderno
teleférico sin clientes.
No es para menos: viven en casas de propiedad municipal
que se visten de ventanas rotas y fachadas leprosas, por
lo que su prioridad es comer hoy y guardar algo para
mañana, aunque sea a costa de mil peldaños de ascensión,
dolor de espalda y zapatos gastados.
Y no es que sean pocos los que así sobreviven. Lo de-
muestra el hecho de que en el teleférico hubiera ayer
cuatro empleados para atender a tres clientes (dos de
ellos periodistas). Y lo corroboraba el propio alcalde
de Oporto, Rui Río, que afirma que el 20% de la pobla-
ción de la ciudad reside en una de esas deterioradas
propiedades municipales, a las que nadie ha lavado la
cara desde mucho antes de que cayera la dictadura. Ya han
pasado treinta años, pero muchas de las desigualdades aún
persisten.
De ahí el contraste. Y el encanto, porque Oporto ha con-
vertido este choque contra sí mismo en un reclamo turís-
tico tan potente como indeseado. Sólo en la capital del
Duero puede uno bajarse de un metro que conecta a casi dos
millones de habitantes, para subirse a un autobús destar-
talado.
Y podrían ser meras percepciones de un cronista, sí, pero
lo peor es que tienen reflejo en demasiados estudios que
dejan a Oporto y a su región norte a la cola del país.
Así, la ciudad con el aeropuerto más moderno de la
Eurorregión, capaz de mover más pasajeros que las tres
terminales gallegas juntas, sale adelante con el salario
medio anual más bajo de Portugal: 7.002 euros, 1.400 me-
nos que la media nacional y 4.300 por debajo de Lisboa.
Malas cifras
En ese contexto, no extraña que las cifras de crecimiento
estén en los últimos años seis veces por debajo de la me-
dia nacional. O que los habitantes de Oporto sientan cada
vez más que alguien en Lisboa les toma el pelo y los
euros. «Aquí notamos entre la gente un sentimiento cre-
ciente de abandono frente al centralismo, que se palpa en
el tema del AVE a Vigo», explica el cónsul de España en
Oporto, José Antonio de Iturriaga.
Él es uno de los 2.500 españoles (casi todos gallegos)
que residen en Oporto. Buena parte de ellos son médicos
o enfermeros. El resto ejercen y cobran como profesionales
cualificados. Y, salvo excepciones, viven cómodos y bien
remunerados: «Cuesta adaptarse por cómo está todo, pero
los españoles en general estamos muy bien», confirma
Belén, una profesora madrileña que lleva un lustro dando
clase en Portugal.
Como ella, casi todos los gallegos viven al margen de las
penurias de una ciudad deprimida y vigorosa, pesimista
pero esperanzada, triste y vital, yin y yan, Gordo y
Flaco. Ya saben: como quieran, pero contradictoria."
3 Comentários:
Falam de Oporto.
No es para menos: viven en casas de propiedad municipal
que se visten de ventanas rotas y fachadas leprosas, por
lo que su prioridad es comer hoy y guardar algo para
mañana, aunque sea a costa de mil peldaños de ascensión,
dolor de espalda y zapatos gastados.
QUE DRAMALHAO FABULOSO, OH FRANCISCO!
POREM, POREM, TEM MAIS DIGNIDADE DO QUE OS GALEGOS, QUE SE SUBMETERAM 'A CASTELA. BASTA ATRAVESSAR A PONTE, POR EXEMPLO, DE VILA NOVA DE CERVEIRA PARA SE SENTIR ISSO.
dito por nós até pode ser verdade, mas dito por um galego não me parece real, nem profundo... ele sabe lá como sentimos o POrto...irreal!
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